Hernán es un padre de familia de 37 años, que trabajaba como transportista en Valparaíso. Su pareja, Daniela, trabajaba limpiando un bar universitario: “yo era la tía del baño”, comenta. Vivían juntos en la localidad de Placilla en Valparaíso, donde arrendaban una pequeña casa. Sus dos hijas iban a la escuela en la misma zona. Producto de la pandemia, toda su organización familiar se vino abajo. Hernán y Daniela perdieron el trabajo. Los primeros meses lograron sobrellevar la cuarentena sin trabajar, gracias a algunos bonos estatales, pero luego tuvieron que dejar de pagar el arriendo. “Era comer o pagar el arriendo”, comenta Hernán.
Después de unos meses, su arrendador los echó a la calle y la familia estuvo viviendo en su camioneta. Tres semanas estuvieron durmiendo en ella, hasta que alguien les comentó que justo a la salida de Placilla se estaba formando una toma de terreno. No lo dudaron y fueron a preguntar qué había que hacer para tener un lugar en la toma. Se consiguieron una carpa y luego lograron comprar madera y latas para cubrir el pedazo de tierra que estaban ocupando. Hoy viven en lo que sienten como su casa propia, aunque no tengan agua, alcantarillado o electricidad.
La columna de opinión fue publicada en El Mostrador el 5 de abril de 2020. Si quieres leer la nota completa, haz click aquí.

