“Somos lo que comemos: reflexiones sobre el escenario agroalimentario de Chile” fue el conversatorio que abordó el uso de transgénicos en la industria alimentaria, realizado en la sala Carlos Pantoja de la Universidad de Playa Ancha, como parte del seminario de especialidad de Sociología: “Comiendo también se lucha. El problema de la alimentación en la era global y la construcción de alternativas al modelo neoliberal”, patrocinado por el departamento de Sociología y la Facultad de Ciencias Sociales.
“El conversatorio surgió del requerimiento que se presentó al interior del aula del Seminario de Especialización, de abrir el debate sobre el tema alimentario a la comunidad universitaria. Me tiene muy contento, porque esta iniciativa es el resultado del trabajo de los estudiantes”, explicó Pablo Saravia, profesor de Seminario de Especialidad.
El espíritu del Seminario fue plantear el escenario alimentario desde una perspectiva distinta, considerando un sentido académico y político. Precisó Saravia que “la comida no solo está relacionada con la subsistencia o con la mirada nutricional, sino también con una dimensión fuertemente política, porque es ahí donde se deciden muchas de las características y dinámicas propias del sistema agroalimentario mundial”.
Transgénicos, un “Cultivo de incertidumbres”
El vocero en la región de Valparaíso de la campaña “Yo no quiero transgénicos en Chile”, Joel González, abrió los fuegos planteando que el uso de la transgénesis como materia prima del procesamiento de alimentos o uso de organismos a los cuales se les ha introducido mediante biotecnología, genes de otras especies para elaborar alimentos, es un gran nicho de negocio especulativo en los países del primer mundo, y que por el contrario son los países del tercer mundo un mercado a explotar, porque no hay regulaciones que velen por los derechos alimentarios o ambientales y es más fácil permear las legislaciones internas.
“La incertidumbre sobre los posibles daños y beneficios de los transgénicos aplicados en la industria agroalimentaria es inevitable. No hay certezas de lo que puedan producir en el ser humano como efectos crónicos en la salud, pero sí hay antecedentes de lo que puede ocurrir en el medioambiente, a otras especies, por contaminación cruzada”.
González abordó también la producción de semillas transgénicas chilenas para exportación, no para consumo interno y los logros legislativos de la campaña “Yo no quiero transgénico en Chile” al influir en el retiro de la “Ley Monsanto”; que regula los derechos sobre obtenciones vegetales, así como en la propuesta del “Proyecto de Ley de Moratoria y Etiquetado de Transgénicos”.
El debate con los asistentes fue parte de la actividad, que contó además con las ponencias sobre la “Adopción de los cultivos transgénicos en Chile: ¿qué, cómo y dónde?”, a cargo de Maite Salazar, profesora de la escuela de Biotecnología de la Universidad Santo Tomás, y la “Experiencia local para entender e intervenir el modelo agroalimentario chileno”, expuesto por Leyla Astorga, encargada del departamento de Salud de Quillota para la ejecución del estudio FONIS sobre un biomarcador de plaguicidas.
El conversatorio fue cerrado con una degustación de comida agroecológica a cargo del Taller de Huerto Urbano de la UPLA.